Por Javier Ávila / doctoravila@gmail.com
A pesar de los adelantos tecnológicos, los estudiantes de 2008 están mucho más alejados del mundo que los de 1998.
Durante el primer día de clases en una universidad de New Jersey, un profesor de historia le hace la siguiente pregunta capciosa a su grupo: ¿Qué tiene que hacer un puertorriqueño para convertirse en ciudadano norteamericano? El profesor hace esto cada semestre, y cada semestre las contestaciones de los estudiantes son alarmantemente predecibles: “No sé” es la respuesta más común, seguida por “tienen que tomar el examen de ciudadanía”, “primero tienen que aprender inglés y luego tienen que solicitar una visa” y “casarse con un americano”. Entre las respuestas menos populares, vale la pena mencionar: “vivir más de cinco años en el país”, “conseguir un permiso oficial para trabajar”, “ser estudiante de intercambio”, “no tener un récord criminal” y la clásica, “brincar la verja”. Son contestaciones reales. El estudiante que piensa que el puertorriqueño tiene que cruzar la frontera o “brincar la verja” para convertirse en ciudadano norteamericano no está siendo metafórico ni sarcástico. Está siendo honesto.
¿A qué se debe este desconocimiento abismal de la relación entre Puerto Rico y Estados Unidos? ¿Cómo es posible que en New Jersey, uno de los estados de mayor concentración boricua en Estados Unidos, exista tal inconsciencia? ¿Quién excusa al estudiante (hijo de padres puertorriqueños) que contestó “no sé”? ¿Cómo es posible que en el país más poderoso del mundo haya tantos alumnos totalmente ajenos a los asuntos políticos, geográficos e históricos que les afectan? ¿Será que no les afectan?
Desafortunadamente, el fenómeno de la irreflexión estudiantil no se limita a los Estados Unidos. No olviden que en nuestra querida isla casi todos los habitantes piensan que son blancos. En una clase en San Juan, un estudiante me dijo que sus tres estados favoritos eran Chicago, Miami y Philadelphia, y no me creyó cuando le aclaré que se refería a ciudades en Illinois, Florida y Pennsylvania, no a estados. Debido a extrañas asociaciones circunstanciales, algunos boricuas piensan que Virgilio Dávila y Nemesio Canales fueron o son atorrantes del área metropolitana. Recuerdo que una vez un estudiante me corrigió cuando dije que Manuel A. Pérez fue un gran educador y político. “Profe, no le cambie el sexo a Manuela Pérez”. Lo angustioso no fue su comentario, sino las carcajadas triunfales de muchos de sus compañeros que pensaron que el error lo había cometido yo.Nuestros estudiantes aquí y allá han sido sometidos a una des educación impresionante. Las prioridades cognitivas se han alterado de tal manera que en cualquier salón de clases en Puerto Rico o en Estados Unidos, más de un ochenta por ciento de los estudiantes sabe cómo se llaman los hijos de Britney Spears, pero no quién fue la ganadora del Premio Nobel de Literatura. En casos extremos -me gustaría pensar que son casos extremos- hay estudiantes totalmente orgullosos de haberse graduado de una institución académica sin haber leído ni siquiera un libro entero. Es igualmente impresionante que a pesar de tantos recursos e innovaciones disponibles en la última década, el vocabulario de los estudiantes de 1998 supere al de los estudiantes de 2008.
domingo, 27 de abril de 2008
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